Hombre versus máquina: ¿habrá trabajo en el futuro?
Ante los grandes temores del ser humano de ser reemplazado por robots, surgen las evidencias contrarias de un mejor bienestar en el largo plazo.
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Ni la señal divina de los dioses del Olimpo, liderados por Zeus, salvará a la humanidad del siglo XXI de la competencia del hombre versus la máquina. El mundo todavía recuerda que los caballos fueron sustituidos por los automóviles Ford, mientras que en la actualidad los seres humanos que trabajan en las fábricas comienzan a ser reemplazados por los robots. El propio Bill Gates solicitó que estos androides paguen impuestos porque en la década de 2030 serán mayoría, poniendo “en riesgo a toda la humanidad”. Desde la mirada opuesta, Eric Horvitz, científico de Microsoft Research Labs, consideró que verdaderamente “no existe una amenaza para la vida humana”.
Pero el miedo está presente en los medios más partidistas. La revista estadounidense Mother Jones informó que “las máquinas inteligentes probablemente no nos maten a todos, pero definitivamente nos quitarán nuestros trabajos y antes de lo que piensas”. El periódico The Guardian dijo que “la tecnología está vaciando a la clase media y creando una economía bifurcada”. El Global Times de China señaló que “no es del todo descabellado suponer que bajo el dominio de los robots los humanos se verán obligados a pedir alimentos, dado que no tendrán ningún espacio más de desarrollo”. Y los taxistas de París, Ciudad de México, Bogotá y Santiago recurrieron a la violencia para protestar en contra de la tecnología de los Uber.
De esta forma, la investigación “El futuro del trabajo: compita con, y no contra, la máquina”, del Banco Mundial, comienza a abordar las inquietudes sobre la revolución de las tecnologías: ¿nos harán más obsoletos?, ¿se bajarán los salarios a niveles intolerables? Según el estudio, la evidencia sugiere que en períodos largos tales temores están fuera de lugar, pero en el corto y mediano plazo puede ser grave para determinadas poblaciones.
Estas preocupaciones han sido repetidas y estudiadas en economía. Los trabajadores de fábricas y administrativos, calificados como medios, han sufrido más desempleo que el resto. Pero también existen otras variables intervinientes en este proceso tales como el cambio climático, demográfico, globalización y las condiciones del mercado laboral local, especialmente en los países en desarrollo.
El estudio sostiene que las tres revoluciones industriales anteriores dieron lugar a grandes mejoras en la productividad, aunque los efectos laborales positivos se materializaron a largo plazo. Este ciclo extenso denominado “la pausa de Engels”, por los ensayos de Friedrich Engels sobre la clase obrera británica, causó disturbios sociales hasta que comenzó a elevarse el bienestar en los países desarrollados en aspectos inimaginables y declinó en aquellos en desarrollo, tanto en términos de nivel de vida material como de ocio. De acuerdo a la investigación, “ahora los efectos del crecimiento futuro de la productividad pueden ser más beneficiosos en los países en desarrollo que en los desarrollados, a pesar del largo tiempo que tomará la productividad en materializarse”.
Profesionales del conocimiento
Los sorprendentes avances en ciencia y tecnología abren una amplia diversidad para el futuro del trabajo. Según la OCDE, Organización de Cooperación de Desarrollo Económico, 10 de cada 8 nuevos empleos serán para profesionales del conocimiento, es decir, aquellos que poseen capacidades técnicas, formación práctica, habilidades directivas y espíritu emprendedor. Por ejemplo, en el listado destacan los body part makers (fabricantes de partes del cuerpo), nanomédicos, especialistas en bienestar de la tercera edad y profesores virtuales, por mencionar algunos.
En la actualidad, alrededor del 35% de los trabajadores en Estados Unidos son independientes, temporales y a tiempo parcial, esperándose que esa cifra aumente a un 40% o 50%. Tan profunda es la ráfaga de este fuerza centrípeta que los miembros de la próxima generación cambiarán de ruta profesional por lo menos 10 veces antes de los 40 años, mientras que los negocios en solitario surgirán a un ritmo de alrededor de medio millón al año.
A esta realidad hay que agregarle otro elemento porque más del 87% de los empleados en todo el mundo reportan hoy que no están comprometidos con su trabajo. Aunque los dueños de las compañías instalen sofás o regalen almuerzos gratuitos, parece que ellos se sienten dentro de una camisa de fuerza. La pregunta de la era anterior fue: ¿cómo es posible alinear a las personas a los objetivos organizacionales? La pregunta actual es: ¿cómo se crea sentido de comunidad para que las personas aporten sus talentos para trabajar diariamente?
Según el estudio del Banco Mundial, la disrupción está presente en el mundo entero. En Filipinas existe más de un millón de empleos bien remunerados en la subcontratación de procesos comerciales, pero los temores amenazan ante el reemplazo de los agentes de los call center por los denominados “chatbots”, que utilizan sistemas de inteligencia artificial. El punto clave es que el enfoque algorítmico de redes neuronales siempre requerirá del ingrediente crucial: el ser humano.
En relación a la innovación propiamente tal, el estudio separa las tecnologías habilitantes, que amplían la productividad y conducen a mejores salarios, y las de reemplazo, que sustituyen el trabajo, haciendo que los empleados sean menos útiles y sus sueldos bajen. Sin embargo, pueden tener efectos positivos cuando se crean tareas complementarias, como, por ejemplo, el reemplazo de los cajeros de los bancos en Estados Unidos fue orientado hacia el servicio y la información, duplicándose su función.
Si los mercados de trabajo son flexibles siempre se puede inducir hacia la reasignación y la movilidad de los trabajadores ante las conmociones tecnológicas.
La investigación afirma que a la larga se crearán nuevas tareas y puestos de trabajo que son difíciles de imaginar ahora. A largo plazo la innovación tecnológica generará mayores ingresos y calidad de vida. Esto ocurrirá si las instituciones públicas promueven la igualdad de oportunidades, generan un sistema educativo que favorezca las habilidades flexibles y de creatividad, y usa políticas de redistribución para compartir el producto de ganancias tecnológicas. En lugar de enfurecerse contra la máquina hay que competir junto con las máquinas para un futuro mejor.
El principio fundamental es que las tecnologías y los mercados no producen resultados, las personas y las instituciones sí.